26 de gen. 2011

Eritrofobia

Hay un armario rojo.

 Cuando lo miras, te da la sensación de que esconde algo grande, algo importante, algo que merece la pena ver. Si te acercas mucho, incluso notas una pequeña fuerza que te atrae, como si tuviera gravedad propia, y que al mismo tiempo te asusta. Puedes pasarte horas mirándolo, absorto en sus puertas rojas y largas.

Al final, el deseo de saber qué es lo que esconde te vence. Alargas la mano y cuando tocas el acero del pomo un escalofrío te recorre todo el cuerpo. Dudas durante unos segundos, pero la decisión está tomada y sigues adelante a pesar de que el miedo empieza a apoderarse de ti. Sacas el valor necesario de algún rincón de tu alma y tiras de la puerta.

A la izquierda hay unos cajones cerrados y encima de ellos un cojín rojo viejo y casi sin relleno. A la derecha puedes ver unos estantes llenos de camisetas rojas mal plegadas. Justo en el centro, cuelgan de una barra metálica un montón de chaquetas y pantalones rojos.

Después de contemplar tal dantesco espectáculo durante casi 15 minutos cierras las puertas del armario. Tienes la sensación de ir a marearte, así que te sientas en la silla más próxima.
Escalofriante, ¿verdad?

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