1 de febr. 2011

Cómo regalar abrazos a 500 km de distancia

Estamos lejos. Aun así, no sé como lo haces, pero cuando hablamos, parece que te tenga enfrente; comiendo galletas saladas con forma de pez y riéndote de lo mucho que hablo y de cuánto me cuesta callarme.

Recuerdo que faltaban un par de días para mi cumpleaños y me preguntaste que quería que me regalaras.
- No hace falta que me regales nada, no seas tonto.
- Pero es que cuando alguien cumple años se le hacen regalos.
- A mi no me hace falta ningún regalo.
- Claro, esa es la clave. Se regalan cosas que realmente no hacen falta.
- Mira, si me quieres regalar algo, regálame un abrazo. Es lo único que echo de menos.
- ¿Un abrazo? Bueno, será duro renunciar a mis brazos por ti, pero si es lo que de verdad quieres…
- Déjate de tonterías, anda.

El día de mi cumpleaños me invadió un pesimismo anómalo en mí. Al llegar a casa empezaba a oscurecer y el frío mármol del portal me heló los huesos. Avancé hacia los buzones y recogí un par de sobres. Uno de ellos, bastante grande, no traía remite.

Cuando llegué a casa dejé las cosas sobre la cama y abrí aquel sobre grande. Saqué de él una nota que decía: “¡Felicidades! Aquí tienes lo que me pediste, para que nunca te falte un abrazo”. Dentro del sobre habían dos brazos articulables hechos con papel y encuadernadores. No pude evitar sonreír al desplegarlos.

No se me hubiera ocurrido nunca la manera de regalar abrazos a 500 km de distancia.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada