16 de juny 2010

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Me meto en la cama y me arropo sólo con la sabana fría, me acurrruco y cierro los ojos, dispuesta a escaparme de aquí, dispuesta a volver contigo.

Camino por un paseo de madera, noto el sol en mi piel, el calor. Llevo una falda vaquera y una camiseta blanca que se ata con un nudo por debajo de mi ombligo y deja entrever mi piel tostada. Recuerdo el murmullo del mar, las voces, ese acento...

Corre hacia mi un niño pequeño. Lo cojo en brazos y me rio, parezco muy feliz de verle aunque aun no entiendo porqué. Cuando levanto la vista caminas hacia mi, con una camisa blanca abierta ondeando al ritmo de tus pasos, sonriendo con tus labios rojos pero también con tus ojos verdes.

Cuando me alcanzas me das un beso. Un beso de alguien conocido. En los labios, muy breve pero muy intenso. Pasas tu mano por mi espalda hasta el punto en que se confunden mi cintura y mis caderas y caminamos cogidos, yo con el niño en brazos que sonríe, y tu con tu mano agarrándome con fuerza hablando sobre lo que me he perdido el tiempo que llevo fuera.

El niño desaparece de mis brazos, tu mano se desprende de mi piel y ya no oigo tu voz. Estamos en casa y por la ventana abierta entra el olor a sal, las risas de los niños. Tu estás agachado, trasteando con ese viejo gramófono. Empieza a sonar la música y mientras te levantas te giras hacia mi, me coges de la cintura y empezamos a bailar.

Te desvaneces y sólo queda la música en mi cabeza.

Vuelvo a estar en la cama, sonriendo. Noto que ya es de día y me levanto, aunque me gustaría seguir soñando. Enciendo el portátil mientras tarareo la canción y la pongo, nuestra canción.

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