13 de març 2011

Analogía.

Estaba decidida a hacerlo: Iba a saltar.
Llevaba tanto tiempo al borde de ese abismo que había perdido la noción de mi misma. El balanceo constante se había vuelto insoportable pero el terror a ese salto me mantenía congelada en el instante en que había subido allí.

El hambre y la sed empezaban a hacer mella en mi. Sabía que si saltaba vendría algo mejor; se irían la angustia en mi pecho y también el hambre y la sed. Sólo era cuestión de un salto, un último esfuerzo.

Entonces oí la voz de mi abuelo desde el otro lado del abismo:
- ¿Quieres hacer el favor de saltar ya? ¡Se nos va a hacer de noche!
Fue su voz la que me ayudó a saltar, al fin, y corrí hacia su lado. Él me dio la mano y me llevó a casa a merendar.

Y aun recuerdo lo fácil que era subirse a un columpio y lo difícil que era bajarse.

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