8 de nov. 2010

#7

Pasamos más de media hora sin decirnos nada, tendidos en la cama, desnudos. Yo apoyaba mi cabeza en tu pecho y tu jugabas a enredarme el pelo.

- Me haces daño...
- Perdona, ya paro...
- No, no me refería al pelo. Quería decir que me haces daño, en general.
- ¿En general? ¿De que daño me hablas? ¡Si nunca te has quejado!
- Porque no me había dado cuenta. Pero, si te paras a pensarlo, estoy segura de que te darás cuenta de que, en realidad, me haces mucho daño.
- No entiendo que quieres decir. Siempre te trato bien, no puedes tener queja de mi.
- No es el daño que me haces queriendo, no es un daño físico. Esque me dueles, pero no sé cómo explicartelo...
- Bueno, pues lo siento mucho, no pretendía hacerte ningún daño... No sé porqué te ha dado ahora por ponerte así.

Me levanté un poco mareada y busqué mi ropa en el suelo, tu te incorporaste.

- ¿Adónde vas? Son las 3 de la mañana y no hay nadie por la calle. Espera un poco y te acerco a casa.
- Prefiero irme andando, así me despejo un poco.
- Ala, pues muy bien. Enfádate y vete. Cuando se te pase la tontería ya vendrás a explicarmelo.

Al salir a la calle noté que abrías tu ventana pero no quise girarme. No volviste a hablarme, por orgullo, y fue lo mejor. Aun ahora me duele pensarlo pero es lo que tuvo que pasar. Me hacías mucho daño.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada