18 de des. 2010

Un año más

Me siento ante un papel en blanco dispuesta a repasar un año entero. A medida que empiezo a escribir, tengo la sensación de haberme quedado más con todo lo malo que me ha pasado que con lo bueno. Enfadada conmigo misma arrugo esa hoja de papel y saco una nueva del cajón del escritorio.

Al volver a empezar intento escribir primero las cosas buenas y a las tres lineas me invaden de nuevo los pensamientos negativos. "¿Se puede saber qué me pasa? ¡Ya está bien, centrémonos!". Entonces tocan a la puerta.
- ¿Si?
- ¿Puedo pasar?
- Claro, pasa.
- Hemos quedado a las 9, así que hay que salir de casa a las 8 y media como muy tarde. ¿Te duchas tu primero o me ducho yo?
- Ve tu, que estoy acabando unas cosas...
- Vale, pero no estudies tanto que se te van a freir las neuronas.

Cuando se cierra la puerta, la pereza me invade. Miro la cama y me apetece tumbarme hasta que pase todo. Pero no puedo hacerlo, así que intento volver a concentrarme en mi lista. Empiezo a escribir de nuevo, deprisa, porque se que me queda poco tiempo. Cuando ya llevo más de media página escrita, suena mi móvil y es un mensaje suyo, uno de esos típicos de año nuevo, que intentan ser graciosos. Seguro que se lo ha enviado a todo el mundo, ni siquiera le importo lo suficiente como para añadir mi nombre al final, o algún guiño a todo lo que hemos pasado juntos. Y ahí está otra vez mi pesimismo crónico.

Llaman a la puerta.
- Ya tienes la ducha libre.

Más enfadada conmigo que con él rompo la hoja y decido romper también con todo lo anterior, con todo lo malo però también con todo lo bueno. Si lo conservo y me aferro a ello alomejor me doy cuenta de que no era tan bueno como yo pensaba.

Pues nada, me voy a duchar y a prepararme para dar la bienvenida a lo que tenga que venir y, sobre todo, a despedirme de todo lo que se tiene que ir.

Un año menos.

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